Tal vez demasiado "turistificado" para mi gusto (explotan mucho el asunto de los pitufos, supongo que porque es la gracia del sitio), pero muy divertido
para los enanos -no había un solo niño en todo el pueblo que no llevara
la cara azul-. María, ¡qué paciencia y qué buena mano tienes con los niños! La cola para pintar caritas era larga y aún así consiguió pintar la cara de mi pitufín entera y no se llevo ningún arañazo ni bocado y Beren no lloró ni terminó pataleando en el suelo, y eso que llevábamos cerca de una hora esperando y el niño estaba ya un pelín desesperado. Eso es una hazaña de las grandes.
Llevábamos planeada la ruta por los senderos para ir de pueblo a pueblo, pero se nos
acabó el tiempo y nos quedamos con ganas de dar un paseo más largo por
los senderos, llenos de castaños en todos los tonos ocres que puedas imaginar, con puñados de castañas en el suelo listas para recoger y llenar bolsas y bolsas, así que habrá que repetir el próximo otoño. Nosotros nos conformamos con recoger un par de puñados mientras en las manos llevábamos la cámara, la bolsa, el niño, ¡los zapatos del niño!...
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