Tuesday, September 27, 2005

De nuevo Adhora

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La tenue luz que iluminaba la habitación apenas permitía que se adivinaran sus rasgos y desde que había visto esas lágrimas en su rostro tenía curiosidad por verla detenidamente; sin embargo no me atrevía a mirarla a la cara.
Llevaba un par de días, o lo que yo contaba como días, sin hablar y yo me entretenía trazando dibujos en el polvo y borrándolos luego con la bota. Precisamente pensaba yo en los ojos ambar de Adhora, cuando con un sobresalto noté calor y luz frente a mi. Había encendido la chaqueta que llevaba puesta y las llamas la iluminaban.

Sus ojos ya no eran dos anillos ambar, sino las pupilas lineales de un gato, no lo había notado antes pero su cara era la de una joven, casi una niña, con dos churretes en las mejillas donde el llanto continuado de los días pasados había limpiado la suciedad acumulada.
Por mas que me esfuerzo, no consigo reconstruir en mi mente la escena.
Esos ojos no encajan en la cara dulce que los enmarcaba...

-Mírame! no es lo que querías? - sostenía mi rostro forzandome a mirarla a los ojos, con unas manos desconcertantemente suaves en un sitio tan sucio como aquel y después de tantos días de cautiverio. - No eran así, es otro de los trofeos, o de los castigos que he ido acumulando a lo largo de mi camino. Y el camino aun no termina.

No me atreví a preguntarle cuales fueron las circunstancias que la transformaron, pero a estas alturas ya sabía yo que ella podía leer en mi y adivinaba mis deseos. Y adivinas bien. Se tomo su tiempo, pero al cabo de unos minutos comenzo a hablar nuevamente.
Esta vez con voz cantarina, sin rastro de aquella voz profunda y ronca de otros dias, ni de la agresividad con que me había hablado unos minutos antes. Cambiaba tanto...

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Monday, September 26, 2005

Me golpeó una anciana

A veces tenemos dias malos. Situaciones extrañas... contaré una de ellas.

No lo podía creer.
Me quedé absolutamente pasmada. Solamente minutos después, cuando con rabia y estómago revuelto pero mas tranquila, pude pensar lo que me acababa de suceder, se me ocurrieron 20 cosas diferentes que decir.
Menos mal que al menos se me ocurrió responder unas cuantas... Lo que hay que soportar en los trenes.


Era viernes, este viernes que acaba de pasar. Las 10 y media de la noche o algo así. Subí al tren en Terrassa para volver a casa y como siempre me senté en el último vagón, que es el que queda mas cerca de la salida en la estación en la que me bajo. Automáticamente despues de sentarme, saqué el libro del bolso y me puse a leer sin prestar atención a nada más. Estaba recargada sobre la ventana del tren con las pantorrillas sobre el asiento y los pies colgando.
Soy de las que siempre miran mal (pero jamás le he dicho nada a nadie, cada uno lo suyo) que suban los pies al asiento de enfrente, asi que juro por el soito bimbo que no estaba pisando el asiento.


El caso es que un hombre se sienta frente a mi y dice algo de los pies y el asiento y que si se podía sentar, que ni alcance a escuchar bien, pero bajé las piernas. Su mujer venía atrás de el y empezó a decir quién sabe que cosas. Que si es el colmo que haya gente tan desagradable que se atreva a hacer esas cosas en el tren, que ella siendo mayor no lo hacía, que ya no hay educación y tal.

Pero lo decía gritando, hasta que levanté la vista del libro y le dije: bueno ya, no?
-Pues si, lo digo porque tengo razón y eres una ... ** %/$?=/% (aquí empezó a demostrar que su léxico es rico y variado)
-Señora, me parece estupendo - Y bajé la vista para seguir leyendo.
la mujer me siguió insultando y le dije que ya la había escuchado suficiente, que parara y que si no le gustaba que se cambiara de vagón.
El hombre me dijo
Te estas poniendo muy borde, y si sigues así te voy a dar un guantazo que te voy a sacar del tren por la ventana.
Me quede de a cuatro porque bueno, básicamente yo había dicho unas 4 frases en todo este tiempo y su mujer me dijo unas cuantas lindezas; entre ellas una que consiguió que me sonrojara y todo: "eres una guarra, no te lavas el co**, desde aca te huelo"


Me harté, como era normal. Aun faltaban unos minutos para que la puerta del tren se cerrara y ademas el trayecto es de unos minutos. Minutos que se me harían eternos ahi al lado de esa mujer. Asi que a pesar que no quería ser la que se diera por vencida, me levanté para cambiar de tren. Ahhh pero primero tenía que decir algo. Le dije "no puedo creer que haya gente tan majadera, le debería dar vergüenza", y me levanté para cambiar de vagón. Pero la mujer se quedó tan cabreada porque no le fuera a seguir el juego durante mas tiempo que no se le ocurrió otra cosa que golpearme....

Si, si. Tomo vuelo con el puño y pataplaz! en el brazo.

Pensé que me saldría un morado de la fuerza que tenía la mujer esta, pero por suerte al final solo quedó en eso. En eso y en una rabieta de un par de horas.
Si es que ya no puede uno leer a gusto en los trenes.

Monday, September 12, 2005

Un día de verano

Es un pueblo pequeño, pero en verano la población por lo menos se triplica. Ese año las temperaturas son inclementes, no hay una sola nube en el cielo que resguarde del sol y la humedad es tal que da la sensación de respirar agua.

Los jóvenes re reúnen, como cada tarde de cada verano, de cada año, en el parque, al lado del kiosco, con cervezas en la mano, que es lo que mejor alivia la sed y el calor.

Para la hora de la comida, Nache lleva ya algunos litros de cerveza en el cuerpo. Dicen que al nivel del mar el alcohol tarda mas en subir, y debe ser verdad porque mas tarde se reunen todos de nuevo para ir al bosque y consigue seguir bebiendo sin parar muchas horas más.

Cuando cae el sol, se hace imposible estar en el bosque. Le llaman bosque, no se por que, pero en esa zona lo que hay son junglas, de vegetación húmeda, verde y espesa. Lo que se traduce en mosquitos, mosquitos y mas mosquitos. Así que es hora de levantar los bártulos y trasladarse a la playa, con dos hieleras con muchos litros de vodka con zumo de naranja y ginebra con agua de coco. Y al que no le guste que le de un trago al mar.

De camino cogen unos cocos secos para hacer la fogata, que además de ahuyentar a los mosquitos llena el ambiente de humo espeso y olor agradable. Parejitas aqui y allá se abrazan a la luz del fuego, la radio de un coche pone música de fondo a la reunión y Nacho se cansa del juego porque Celia por lo visto, no le dejará meter mano esta noche. Sube al cohe y la llama, arranca sin explicar y vuelven al pueblo.

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Unas calles antes de llegar a casa de Celia, una mujer va andando por la calle, Nacho va jugando con el volante para molestar a Celia. Va demasiado borracho, creo que ni siquiera la vió...
Celia sí, pero solo alcanzó a gritar cuando la cabeza de la mujer golpeó el parabrisas del coche y un bulto más pequeño salió volando por encima del coche.

-Para bruto!
-Estás loca? vendrá la policía, alguien la llámará! (mientras acelera el coche antes de que algun vecino se asome a la ventana)
-Déjame bajar.
-Mas te vale no decir nada

Se bajó llorando y no dijo nada

Tuesday, September 06, 2005

Destrucción

Primero fue el agua.

Grandes olas azotaban las costas de la isla; desde los 4 puntos cardinales y sin obedecer a leyes físicas, el agua se elevaba metros y metros sobre la ciudad. Tormenta e inhundaciones, muerte por todos sitios. Los barcos, incluso los grandes, eran arrastrados tierra adentro.
Con el agua vino el aire, aunque no era la única fuerza que levantaba aquellas olas. Vientos huracanados arrastraban todo a su paso, dejando atrás solo desolación. Rostros de niños pequeños asustados, que eran arrebatados de los brazos de sus padres, que no cabían ya dentro de ningún refugio. Todos estaban llenos a reventar.

Los que estaban cerca del mar no sirvieron de mucho, se convirtieron en piscinas llenas de cadáveres, muertos a millares.

El viento arreció al anochecer, llevándose algunas nubes junto con coches y techos, dejando ventanas rotas y cadáveres arracimados entre los despojos de la ciudad.

Yo estaba en uno de los refugios alejados del mar. Cuando la tormenta pasó, fui de las primeras personas en salir; porque en realidad nadie tenía muchas ganas de dejar la relativa seguridad de los recintos. Supongo que eso fue lo que me salvó.

Amanecía a un día triste y frío, extrañamente teñido de rojo y opaco, no solo por la falta de luz sino por oscuros pensamientos. Cuando el sol por fin asomo, era un puntito descolorido y lejano que no alcanzaba a calentar mi piel ni calmar mis temblores, tampoco era suficiente para iluminar mi corazón.

Caminé por lo que habían sido calles paseando por lo que había sido una ciudad. Ahora era libre, la banda que me había tenido retenida y que había sido mi única familia había desaparecido, me encontraba completamente sola. Pero no me alegraba. No me alegraba porque el precio había sido alto. Muerte, locura, desolación y dolor. Y soledad.

Seguía siendo menuda y aún tenía el aspecto de niña a pesar de tener entonces ya 15 años y haber llevado una vida dura. Estaba distraída con mis pensamientos cuando empezó lo peor. El final estaba cerca.

La tierra comenzó a moverse, oscilando reularmente al principio pero trepidando salvajemente pocos segundos después. Quise volver al refugio pero cuando estaba a unas decenas de metros, ví como se hundía la tierra tragándose una manzana entera frente a mis ojos. Yo estaba asustada, apenas podía respirar, las piernas me temblaban, toda yo temblaba, hacía horas que lloraba y ahora me daba cuenta de que además estaba gritando. Me obligué a callar. Ví rostros y cuerpos y escuché sus gritos y llantos. Sentí pena por ellos y dolor por su sufrimiento. Desearía haer estado dentro.

Los edificios se cuarteaban, caían estrepitosamente y esta vez ni toda mi habilidad y suertepodrían salvarme. Resignada a morir me acurruqué en un hueco entre los escobros de un edificio derruído, reguerillos de sangre asomaban aqui y alla, algún estertor y algun susurro pidiendo ayuda era lo unico que interrumpía el total silencio.

La tierra rugió de pronto callando cualquier otro sonido y alcancé a ver desde el horizonte una ola que se aproximaba, debía ser enorme. Una ola que llegaría al mismo centro de la ciudad!
No recuerdo nada más. Es la última instantánea que guardo de mi primer hogar.

Tendría que haber muerto, no?
Pero aqui estoy... aquí estoy.

Su voz ronca terminó por extinguirse. Un ronroneo suave salía de su garganta. O era un rugido?
Nuestros carceleros dejaban de vez en cuando comida junto a la puerta. Nunca los veíamos, al menos yo no; pero tenían el detalle de dejar una vela o una lamparilla, de modo que al menos no vivíamos en la completa oscuridad. No todo el tiempo. Tal vez esto fuera parte de la tortura... En todo caso, a veces la oscuridad es preferible.

Ahora veía a Adhora agazapada junto a la pared, las uñas rotas arañando el sucio suelo, el rostro... el rostro deformado de dolor y el brillo de las lágrimas corriendo por sus mejillas.

Friday, September 02, 2005

Cepo antivioladores






Leyendo el diario en el tren esta mañana me encontré con una noticia curiosa. Al fin alguien busca soluciones para tanta violación. No se si sea una buena solución pero al menos es un esfuerzo y como mínimo quien tenga por costumbre forzar a las mujeres desconocidas a tener relaciones sexuales (no dirán que no lo digo de una manera diplomática) pasará un poco de miedo.

Rapex es el nombre del nuevo dispositivo presentado el martes por la inventora
sudafricana Sonette Ehlers para luchar contra el alto índice de violaciones que
sufren las mujeres en su país, y que en el futuro se comercializará en todo el
mundo.

Este ingenio con forma de tampón se aloja en el interior de la
vagina y se cierra como un cepo sobre el pene del violador. Unos ganchos
aprisionan el pene y sólo lo sueltan con intervención quirúrgica.

El dispositivo, "similar a una trampa para ratones" y con un precio de un
rand (12 centavos de euro), puede ser utilizado permanentemente o cuando la
mujer crea que puede estar en riesgo de ser asaltada sexualmente.

Thursday, September 01, 2005

Una Isla

Tenía miedo de pronunciar palabra, pero hacía días que la figura andrajosa de la voz profunda había callado y no había dicho nada más. No sabía siquiera si de mi garganta saldría algún sonido; tanto hacía desde que había utilizado mi voz.

Pero antes de que me decidiera a hablar, el bulto alzó la cabeza y desde la oscuridad, apenas alumbrada por una lámpara de aceite, un par de aros ambarinos me escudriñaron con desdén. La poca luz producía un efecto curioso en sus ojos, dilatando las pupilas de una manera imposible hasta casi hacer desaparecer los iris.

Casi se me sale el corazón cuando pronuncío unas palabras sacándome de un estado casi hipnótico (sus ojos me prodújeron ese efecto). No entendí bien lo que dijo, esta vez su voz era rasposa, dos lijas fgrotandose una con otra.

-Mi nombre es Adhora -repitió- aún no tienes motivos para temerme.
Por qué has saltado?

No me dió tiempo de responder. Se acercó a la luz con la cabeza agachada, Metió la mano e el bolsillo de la chaqueta y comenzó a hablar.

- Una Isla. Era una isla pero ya no existe. Destruida por la naturaleza como pago por los crímenes cometidos, como pago por el orgullo y la ceguera. Aun duele la destrucción. No tenía nada y aún así lloré la pérdida. Algún día terminaría contándolo... por qué no hoy?
Dime: quieres escuchar la historia?

- Claro